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Rosa Castells, directora del MACA: “El museo sigue latiendo desde los valores que inspiraron a Sempere”

La directora del MACA destaca el legado de Sempere y Juana Francés y el compromiso del MACA con la creación y la mediación cultural

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Rosa Castells, directora del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante

En pleno corazón del casco antiguo de Alicante, el histórico edificio de La Asegurada acoge hoy el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA). Este espacio, que combina historia y modernidad, se ha consolidado como un referente cultural donde dialogan las corrientes artísticas más innovadoras del siglo XX y XXI. Con un legado que parte de la generosa donación de Eusebio Sempere y un estrecho vínculo con la obra de Juana Francés, el MACA se ha convertido en un motor de difusión artística.

Para conocer cómo se construye esta relación entre la ciudad, el museo y el arte contemporáneo, conversamos con su directora y conservadora de las colecciones, Rosa Castells, quien ofrece una visión profunda sobre los desafíos institucionales, la gestión de las colecciones, la programación expositiva y la conexión viva del museo con Alicante.

¿Existe una relación directa entre Alicante con el arte contemporáneo?

Alicante se incorpora a ese discurso cuando el Museo de La Asegurada se inaugura en 1977. Hasta entonces, aparte de algunos artistas aislados —como Juana Francés, que no trabajó aquí, o Sempere, pero que tampoco desarrolló su carrera en Alicante—, el panorama local estaba dominado por una figuración más moderna que contemporánea. 

No había, en mi opinión, grandes artistas de vanguardia desarrollando una trayectoria contemporánea en Alicante. Por eso, hasta la inauguración del museo impulsado por Sempere, el acceso de la ciudad a la contemporaneidad, o su incorporación al circuito nacional e internacional de esta corriente artística, estaba por explorar.

Museo de Arte Contemporáneo de Alicante

Precisamente, ¿qué papel desempeña Eusebio Sempere en ese desarrollo?

Sempere juega un papel clave, no sólo para Alicante sino para varias generaciones de artistas y de profesionales de la cultura. En 1976 decide donar su colección de obras de arte a la ciudad de Alicante. No se trata de obras suyas, sino de piezas de todos aquellos que él consideraba importantes en la historia del arte; él entendía su colección casi como una enciclopedia por varias razones. Una de ellas es que en su etapa de formación, Sempere no tuvo oportunidad de ver mucho arte contemporáneo en Valencia más que a través de unas postales que tenían algunos de sus profesores en la Escuela de Bellas Artes.

¿Por ello decidió viajar a París?

Quiso adentrarse más en la corriente contemporánea y París era una de las cunas en Europa. Ya de regreso en España, en 1960 se estableció y participó en algunas de las aventuras más interesantes de la modernidad en España como el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid junto a músicos, poetas e informáticos, y ayudó a crear el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, idea de Fernando Zobel. Esa experiencia —una colección de vanguardia en una ciudad pequeña— se queda en su retina y la replica en Alicante. Hipotecando parte de su trabajo y vendiendo algunas propiedades, decide adquirir obras para conformar una colección digna de un museo como este.

Pero no es la única aportación con el sello de Sempere en Alicante.

Su trayectoria como artista, su apuesta de vida y su generosidad hacen que la entrada de la modernidad en Alicante venga fundamentalmente de la mano de Sempere. Hace una carpeta de serigrafías especiales para Alicante, regala la escultura de ‘Como una estrella’ —situada en la rotonda entre las avenida Óscar Esplá, Salamanca, Maisonnave y Aguilera—, diseña el pavimento de Óscar Esplá, realiza el mural del aeropuerto… En definitiva: sin Sempere, la historia del MACA y de Alicante como escenario del arte contemporáneo estaría incompleta.

Rotonda de l'estrela a Alacant

Otra de las figuras contemporáneas más relevantes de Alicante es Juana Francés. Las salas del museo acogen ahora una muestra temporal de la artista. ¿Qué pueden encontrar los visitantes en esta exposición?

Se van a encontrar con una Juana Francés más desconocida. Habitualmente la artista es conocida sobre todo por sus obras tardías: los trabajos de tierras informalistas a finales de los 50 y 60, o las “cajas” de los años 70, los fondos submarinos…. Juana donó su colección a cuatro ciudades españolas con las que mantenía vínculos sentimentales —Madrid, Zaragoza, Valencia y Alicante—. En cada una de ellas (el Museo Reina Sofía, el IAACC Pablo Serrano de Zaragoza, el IVAM de Valencia y el MACA) hay una parte de su colección. 

Aquí, ya habíamos mostrado una parte importante de aquella Juana abstracta, pero nadie se había detenido, o al menos de manera tan pausada, en su primera etapa, la figurativa, que hasta ahora se consideraba menor o previa a la “madurez” formal de la artista. En esta exposición queremos revisitar esas piezas más tempranas y descubrir que ya estaba la artista que conocemos: la experimentación técnica, el gusto por la materia, las figuras, la estructura… todos esos elementos que luego definirán su trabajo están presentes.

¿Por qué esa primera etapa no ha sido considerada tan “interesante” dentro de su extensa trayectoria?

Creo que porque estábamos instalados en la idea de que Juana Francés tenía que estar ubicada en la modernidad y al lado de sus compañeros artistas —los del grupo El Paso, los informalistas—, y ha sido costoso que se le reconociera el lugar que le corresponde. Mientras que de Tàpies, por ejemplo, se acepta sin discusión su etapa figurativa, con Juana se ha tendido a pasar por encima de su fase temprana. Cuando investigas esas etapas, descubres que ya tienes una artista muy interesante. Así que hemos decidido mirarla con otros ojos con un recorrido completo que permite entender su evolución.

¿Esta colección permite observar esos primeros pasos de la artista?

Sí, claro. Esta exposición está diseñada a partir de la obra que tenemos en el MACA, pero también incluye préstamos del IVAM, del Reina Sofía, del IAACC de Zaragoza y de colecciones particulares. Hemos reunido prácticamente toda la obra figurativa conocida y localizada de Juana Francés. Eso nos permite observar elementos que se van repitiendo a  lo largo de su trayctoria: su técnica, la experimentación, el gusto por la materia (empastes de pintura, tierra o arenas, objetos incorporados al cuadro…), su gusto por la figura, la presencia de ventanas o ese ambiente a veces algo claustrofóbico de las figuras hieráticas que luego reaparecen en su serie ‘El hombre y la ciudad’. 

Esta exposición forma parte de la colección del museo sobre la artista. Se trata de una de las cinco con las que actualmente cuenta la institución junto a Arte Siglo XX, Eusebio Sempere, Fundación Mediterraneo y Michael Jenkins y Javier Romero.¿Hay intención de ampliar el número de colecciones?

Es importante decir que todas esas colecciones son parte de la propiedad del museo salvo la de Fundación Mediterráneo, que está en depósito. Las demás son principalmente donaciones. De modo que el museo se sustenta en la generosidad de artistas y coleccionistas. Eso marca el carácter de esta institución: no es un museo con un amplio presupuesto de adquisiciones, es un museo nacido de donaciones.

¿La narrativa del museo sigue girando alrededor de esas colecciones fundacionales o ha evolucionado hacia una identidad propia?

Creo que ambas cosas a la vez. El museo sigue girando en torno a los principios que llevaron a Sempere a confeccionar esa primera colección: la internacionalidad de los artistas, la representación de todas las tendencias y lenguajes técnicos, la capacidad de la colección de hablar del mundo que representa y sus valores educativos. Esos principios siguen vigentes en todas las colecciones y, por tanto, constituyen la identidad del museo. 

Respecto al criterio de selección de exposiciones, ¿cómo se decide qué muestras se exponen en el museo? ¿Cómo se confecciona una exposición?

Muchas exposiciones provienen de colecciones propias, pero no todas. Una exposición puede ser temporal, individual (como fue el caso de Kara Walker) o colectiva, en torno a un tema (paisaje, naturaleza humana…). Las posibilidades son muchas: podemos partir de un hilo conductor, de un pretexto, de un contexto, de una colección… A partir de ahí se decide la tipología. En cuanto a la construcción expositiva —distribución, narración, piezas, espacios— lo define el comisario según lo que quiera contar: puede haber un discurso cronológico, un diálogo entre artistas, un enfoque cromático… Una exposición es una ficción, una construcción de relato, y hay que plantearla en función de lo que se quiere comunicar. Además trabajamos no sólo en la sala temporal sino también en salas de colección permanente del Arte del Siglo XX o de Sempere. Allí hacemos pequeñas variaciones, a veces más contextuales, que vienen acompañadas de una parte documental importante, y eso es muy satisfactorio también.

Una de las más exitosas ha sido la de Kara Walker. ¿Qué ha supuesto para el museo esa exposición?

Antes que nada, abrir la mirada a otros mundos. Kara Walker es una de las artistas más importantes de su generación, muy compleja e interesante en el panorama internacional. En el MACA ha permitido asumir que una colección como la de Jenkins-Romero tiene posibilidades muy potentes. Ya habíamos hecho antes dos exposiciones colectivas un poco eclécticas para presentarla, pero queremos detenernos en aspectos más concretos de la colección. Existía un número significativo de piezas de Kara Walker y eso nos permitió mostrar su trabajo de una manera coherente. Además, la exposición permitió abrir las puertas del museo a nuevos públicos, a otras realidades, a plantear debates contemporáneos: raza, género, sexualidad, poder o violencia a través de la elegancia, la ironía y la paradoja que caracterizan la obra de Walker.

Exposición de Kara Walker en el MACA de Alicante

¿Quizás uno de los secretos del éxito ha sido esa capacidad de mostrar realidades sociales crudas?

La obra de Kara Walker es elegante, rica en lecturas, con humor, ironía y absurdo, pero también con profundidad. Permite múltiples niveles de lectura: puedes quedarte en la belleza impactante de la imagen, que ya te ha dado un bofetón, o profundizar en su complejidad histórica y social. Esa capacidad que tiene de superponer lecturas ha sido la clave. Ha permitido que temas como género, poder, raza, violencia supremacista o los mecanismos de opresión no queden en un rincón, sino que formen parte del discurso del museo, del tejido cultural de la ciudad.

Se ha ampliado esa exposición junto al Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) para ser expuesta en Valencia. ¿Cómo se ha construido esa colaboración?

El MACA y el IVAM tienen un convenio de colaboración firmado hace años que nos permite compartir proyectos, investigaciones, exposiciones y colecciones. Con Kara Walker la relación fue muy fluida: la actual directora del IVAM, Blanca de la Torre, visitó el MACA, vio la exposición y se enamoró del proyecto. A partir de ahí se planteó la itinerancia de ‘Burning Village’ al IVAM, y, en paralelo, hemos construido la exposición “Habitar las sombras”  casi como reflejo, que dialoga con la colección del IVAM y la colección del MACA en torno a las sombras, a todo aquello que no se ve, al misterio, a los espectros, a los fantasmas.

En el MACA la mediación y la educación tienen un peso importante. ¿Por qué cree que esta faceta es tan esencial?

Para nosotros la parte más importante es precisamente la educación y la mediación. Es el trabajo que hacemos para relacionar las obras con el público, ya sea infantil, escolar, adulto mayor. Creemos que el museo debe mediar entre la obra y el público. Toda exposición es un dispositivo de mediación, está mostrando piezas, pero también está pensando qué quiere que el público entienda o viva. Somos un museo inclusivo, con programas específicos de educación social, y queremos que el público perciba que este museo es un lugar habitual donde sentirse, habitar, donde pasan cosas, donde construyes experiencias significativas. Construir esos vínculos es fundamental.

¿Y de qué manera el museo se relaciona con el tejido cultural de la ciudad, más allá de sus exposiciones?

De varias maneras. En primer lugar, el museo acoge disciplinas más allá de la pintura, escultura o fotografía: danza contemporánea, teatro, música, arquitectura, diseño… Todo aquello que tenga un componente visual o interdisciplinar tiene cabida. En segundo lugar, mantenemos coordinación con otras instituciones para que nuestras programaciones no se solapen y para generar sinergias entre centros. Y, finalmente, estamos abiertos a propuestas de la ciudad, a colaboraciones, al diálogo con otros proyectos culturales. De ese modo el museo no está aislado, sino que forma parte del tejido urbano, cultural y social de Alicante.

En alguna declaración se ha referido al MACA como “el secreto mejor guardado de Alicante”. ¿Qué hace tan especial este museo?

Lo digo en parte con ironía. De hecho, no tenemos ni un solo cartel en la ciudad que diga dónde está el MACA, pero eso no significa que no seamos conocidos, pues las cifras lo desmienten. Por ejemplo, el año pasado alcanzamos más de 100.000 visitantes. Pero la percepción es que somos un rincón oculto. No tenemos un gran presupuesto de comunicación ni publicidad, no tenemos señalética en la ciudad, ni siquiera hemos conseguido que la estación de tren se llame “Alicante Eusebio Sempere”. Así que en ese sentido podemos parecer un secreto, porque parece que efectivamente lo escondemos.

Y en este sentido, ¿cuál es el perfil del visitante? ¿Hay una mayor tendencia al público internacional?

Hay más público internacional que nacional, aunque no por mucho: quizá un 60%-40%. Hay visitantes nacionales y locales, de hecho el público local repite, porque la oferta cambia.  Normalmente cuando vas a un museo no vuelves, pero en este museo hay muchas actividades programadas. Por edades o género, también hay algunas tendencias: más mujeres que hombres —algo habitual en el consumo cultural— y procedencias muy variadas: franceses, italianos, alemanes, estadounidenses… de muchas partes.

La falta de espacios, recursos económicos y de personal es quizá una de las demandas principales. ¿Se ha mejorado esta situación en los últimos años?

Sí, se ha mejorado, pero queda mucho camino por recorrer. Tenemos algo más de presupuesto económico y más apoyo por parte de otras instituciones como la Generalitat Valenciana. Pero los retos persisten: mantenimiento, personal, espacios adecuados para almacenamiento, restauración… Todo eso sigue siendo una asignatura pendiente para llevar a cabo toda la programación que realizamos.

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