El tomate siempre ha sido uno de los grandes protagonistas de cualquier plato en la dieta mediterránea. La intensidad de su color, su característico aroma y su sabor, una sinfonía de dulzura y acidez perfectamente equilibrada lo convierten en una hortaliza imprescindible. Pero algo ha cambiado. Los consumidores han alzado la voz por un motivo: el tomate ya no sabe como antes, al menos no con la potencia que recordaban.
La producción en masa, el uso de químicos para resistir más tiempo y la búsqueda de la perfección estética lo han despojado de su esencia. Sin embargo, un grupo de investigadores de la Universidad de Alicante ha descubierto una técnica que podría ser la clave para rescatar el auténtico sabor del tomate. Y no se trata de implementar un nuevo sistema de cultivo, sino utilizar un recurso natural inesperado: los restos de una planta marina.
Una solución natural
El tomate es uno de los cultivos más importantes del mundo, un alimento básico y fuente de valiosos micronutrientes. No obstante, la producción industrial ha priorizado el rendimiento y la apariencia sobre el sabor, originando tomates cada vez más insípidos. Este hallazgo revolucionario podría transformar la manera de cultivarlo, pero también supone un avance en materia de sostenibilidad y aprovechamiento de recursos.
Así, el equipo de la Universidad de Alicante, liderado por el investigador Borja Ferrández Gómez, ha dado con una solución innovadora: utilizar los restos de la Posidonia Oceánica como sustrato de cultivo para recuperar las “propiedades organolépticas” del tomate. La Posidonia forma praderas submarinas esenciales para el ecosistema marino en todo el litoral de Alicante y genera grandes cantidades de residuos vegetales en las playas.

Ahora, estos desechos podrían convertirse en un aliado clave para la agricultura. Y no solo eso, sino que podría tener una doble funcionalidad. La Posidonia oxigena el agua del Mar Mediterráneo y sirve de refugio para muchas especies marinas, pero también está considerado como un residuo “problemático” en algunos puntos especialmente turísticos.
De hecho, la propia Universidad de Alicante reconoce que cada año toneladas de estos restos se retiran y trasladan a vertederos, donde se produce un lento proceso de descomposición. Es por ello que el grupo investigador apunta que la reutilización de la Posidonia como sustrato agrícola se presenta como una alternativa “sostenible y altamente efectiva”.
¿Cómo funciona?
El proyecto, desarrollado en el marco de GASTERRA, el Centro de Gastronomía del Mediterráneo, se ha enfocado en estudiar cómo la Posidonia Oceánica influye en las propiedades organolépticas, la maduración y la calidad del tomate. Para ello, los investigadores crearon distintos sustratos de cultivo a partir de estos residuos marinos y los probaron en plantas de tomate Cherry cultivadas en invernadero.
Los resultados, subrayan, fueron sorprendentes: los tomates enriquecidos con sustrato de Posidonia mostraron una mayor concentración de compuestos químicos responsables de los aromas frescos, herbáceos, dulces y cítricos. En otras palabras, recuperaron ese sabor intenso y auténtico que los consumidores tanto extrañaban. Durante el proceso, se evaluó el desarrollo vegetal y se analizaron las propiedades en su primera fructificación.

Tal y como explica Mar Cerdán Sala, miembro del grupo de investigación Química Agrícola del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular y Edafología y Química Agrícola de la UA, y coautora del estudio, "el sustrato de cultivo es una herramienta fundamental para potenciar el sabor del tomate, y la Posidonia ha demostrado ser altamente eficaz".
Economía circular
Además de mejorar la calidad del tomate, este proyecto ofrece una solución sostenible a la acumulación de los residuos de Posidonia. De esta forma, al reutilizarlos en la agricultura se “reduce el impacto ambiental, se disminuyen los costes de gestión y se aprovecha un recurso natural que de otro modo se desperdiciaría”, señalan los investigadores al tiempo que enfatizan que la iniciativa se alinea con los principios de la economía circular.
Antonio Sánchez Sánchez, otro de los miembros del equipo de Bioquímica y Biología Molecular y Edafología y Química Agrícola de la UA, destaca que "este estudio es un ejemplo perfecto de cómo la investigación científica puede resolver problemas ambientales y, al mismo tiempo, aportar beneficios tangibles a la sociedad". En este caso, la ciencia y la gastronomía van de la mano para lograr un tomate más sabroso, natural y sostenible.
El uso de sustratos alternativos en la agricultura no es un concepto nuevo, pero la aplicación de Posidonia Oceánica abre una nueva vía para mejorar la calidad de los cultivos sin recurrir a aditivos artificiales. Este enfoque beneficia, sin duda, a los agricultores, que pueden obtener productos con una mejor valoración en el mercado, pero también a los consumidores, que finalmente podrán disfrutar de tomates con un sabor auténtico.