¿Estás buscando un plan de última hora en Alicante por San Valentín? Aunque el 14 de febrero es la excusa perfecta para una escapada romántica, cualquier época del año es ideal para disfrutar de un rincón inigualable con la mejor compañía. No hace falta cruzar fronteras ni hacer grandes planes; a veces, lo más sencillo es lo más especial.
Un paseo entre calles empedradas, una cena a la luz de las velas o una vista que quite el aliento pueden convertirse en el mejor escenario para compartir un momento inolvidable. Y la provincia de Alicante, con la belleza de su contraste natural entre el mar y la montaña, es uno de esos territorios que esconde pequeños tesoros que parecen estar hechos para el romanticismo.
Algunos pueblos alicantinos destacan por su gastronomía, otros por su atmósfera tranquila y serena, y otros por sus playas y acantilados que regalan postales dignas de recordar. Si todavía no has encontrado un destino donde la magia esté garantizada para pasar un agradable fin de semana en pareja, aquí te dejamos seis lugares imprescindibles.
Guadalest
El Castell de Guadalest es una joya encaramada en lo alto de una peña abrupta y rocosa, donde el tiempo parece haberse detenido. Este pequeño pueblo a las faldas de la Sierra de Aitana, reconocido como uno de los más bonitos de España, presume de un casco histórico pintoresco y un castillo que domina el paisaje. Las vistas desde sus miradores son inigualables, y pasear por sus calles es como adentrarse en un escenario medieval.
Para los amantes de la cultura, Guadalest ofrece una gran variedad de museos, como el de la casa señorial, el de Microminiaturas o el Etnológico, que permiten conocer su historia. Además, cuenta con varias rutas senderistas ideales para una escapada activa en pareja que atraviesan paisajes naturales espectaculares o localidades con encanto como Beniardá y Benimantell.
Altea
Del interior a la costa. Con sus casas blancas, calles adoquinadas y vistas al mar, Altea es un destino que invita al romance. El casco antiguo está repleto de rincones con encanto, donde cada esquina parece una postal. La Plaza de la Iglesia, con su emblemática cúpula azul, es el corazón del pueblo y un lugar perfecto para una foto en pareja. Además, su mirador de los Cronistas ofrece una de las mejores panorámicas del Mediterráneo.
Para quienes disfrutan del mar, la playa de La Olla o el puerto deportivo ofrecen actividades como paseos en barco o deportes acuáticos. Sin duda, un destino que combina historia, cultura y aventura. Pero también gastronomía, pues las calles estrechas de su casco histórico aguardan numerosos restaurantes que combinan cocina mediterránea con propuestas internacionales para dejarse inspirar por un mar de sabores.
Polop de la Marina
Ubicado a pocos kilómetros de la bulliciosa Benidorm, Polop es todo lo contrario: tranquilidad, autenticidad y naturaleza. Su castillo en lo alto de la colina ofrece unas vistas impresionantes, mientras que sus calles empedradas y casas de colores crean una atmósfera acogedora. La Plaza de los Chorros, con sus 221 caños de agua, es un lugar perfecto para hacer una pausa y dejarse llevar por la calma del entorno.
El senderismo es otro de sus platos fuertes. El Monte Ponoig ofrece rutas con paisajes de ensueño y desafíos para los más aventureros. Además, en sus alrededores se pueden encontrar pequeños restaurantes familiares donde degustar platos tradicionales elaborados con productos locales, convirtiendo la visita en una experiencia gastronómica y natural inolvidable.
Moraira
Este pequeño paraíso costero es un destino idóneo para quienes buscan la combinación perfecta entre mar y tranquilidad. Moraira cuenta con calas de aguas cristalinas, como la del Portet, y rutas escénicas como la de los Miradores, que regalan vistas espectaculares. Su casco urbano, con calles estrechas y una iglesia con encanto, es perfecto para pasear en pareja al atardecer y disfrutar de un momento íntimo.
De hecho, el final perfecto para una escapada en Moraira es observar la puesta de sol desde la Torre de Cap d’Or, un antiguo puesto de vigilancia del siglo XVI. Además, el puerto deportivo ofrece la posibilidad de alquilar embarcaciones para recorrer la costa, explorando calas recónditas y disfrutando de la brisa marina.
La Vila Joiosa
Colorida y vibrante, La Vila Joiosa es un destino que cautiva a primera vista con su esencia marinera. Las fachadas de las casas de colores, una tradición que ayudaba a los pescadores a identificar sus hogares desde el mar, crean una estampa única y fotogénica. Pero más allá de su encanto visual, este pueblo también es famoso por su tradición chocolatera y visitar la fábrica de Chocolates Valor es parada obligada (y dulce).
Además, la ciudad cuenta con grandes playas de arena fina y un extenso paseo marítimo perfecto para caminar junto al mar, con restaurantes especializados en mariscos frescos y arroces. Para los más curiosos, el Museo del Chocolate y la Torre de Hércules ofrecen un vistazo a la historia y cultura de la zona, convirtiendo la visita en una experiencia completa.
Biar
Ubicado en el interior de la provincia de Alicante, Biar es un destino que combina historia, naturaleza y encanto mediterráneo. Su imponente castillo y murallas, de origen musulmán y construidas en el siglo XII, dominan el paisaje y ofrecen vistas espectaculares del casco antiguo. También destacan el Acueducto Medieval, una obra de ingeniería del siglo XV que atraviesa la Rambla dels Molins, y el Santuario de Nuestra Señora de Gracia, en plena Sierra Fontanella.
Pasear por sus calles es un viaje en el tiempo, con paradas imprescindibles como la Plaza de la Constitución, donde se alza la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, joya del siglo XV con detalles platerescos y barrocos. Biar invita a sumergirse en su rica historia, disfrutar de su entorno natural y dejarse llevar por la hospitalidad de su gente, convirtiéndose en una escapada perfecta para quienes buscan tranquilidad y autenticidad.