La tradición de encender hogueras en la noche más corta del año tiene raíces muy antiguas. Muchas culturas celebraban el solsticio de verano como un momento mágico en el que la luz del sol alcanzaba su máximo esplendor antes de empezar a menguar. Para honrar esa energía y atraer la buena fortuna, se encendían fuegos con un simbolismo purificador: quemar lo viejo, espantar malos espíritus y dar la bienvenida a un nuevo ciclo.
Aunque el solsticio tiene lugar en torno al 21 de junio, con el tiempo la festividad se desplazó al 24 de junio, coincidiendo con el nacimiento de San Juan Bautista. De este modo, el cristianismo absorbió el rito pagano dándole un nuevo significado religioso. En esta fusión de creencias nació una de las noches más especiales del año, cargada de fuego, agua, deseos y superstición que sigue viva en muchos rincones del mundo.
Y especialmente lo hace en la ciudad de Alicante, donde las Hogueras se han convertido en su fiesta más emblemática con cientos de monumentos y arte efímero. La tradición cuenta que en las primitivas ‘Fogueres de San Chuan’, en valenciano popular, se quemaban desperdicios del campo, muebles viejos o restos del trabajo de los ebanistas.

De hogueras domésticas a crítica social
Este momento era un punto de encuentro para las familias y amigos que aprovechaban para reunirse, beber y hacer estallar la pólvora. Con los años lo natural es el cambio: el social, el político y de ciclo. Las Hogueras fueron incorporando pequeños mensajes satíricos y de crítica que iban calando toscamente en el diseño artístico.
En este sentido, la fiesta gana protagonismo entre la población y, por ello, se convierte poco a poco en una realidad ruidosa e incómoda para las autoridades de aquel momento. De hecho, fueron prohibidas y perseguidas durante muchos años, incluso con toques de queda hasta llegar al año 1928. Ese año los alicantinos organizaron la primera ‘Nit del Foc’.
Del olvido a la oficialidad
Una de las figuras fundamentales en el nacimiento oficial de las Hogueras en Alicante fue José María Py. Nació en Cádiz, en el seno de una familia de la nobleza andaluza, aunque se había criado en la ciudad de Valencia. Allí conoció de primera mano las Fallas y después de trasladarse a la ciudad alicantina en 1928 convenció al Ayuntamiento de que esta celebración podía tener un carácter artístico, turístico y social.

Es considerado el fundador de las Hogueras y fue el primer presidente de la Comisión Gestora. Sin embargo no pudo disfrutar durante muchos años de la fiesta, pues falleció en 1932 a los cincuenta años de edad. Aun así, su legado perdura hasta hoy después que en esa primera edición se plantaran las primeras hogueras oficiales, se organizaran desfiles, se lanzaran fuegos artificiales y mascletàs y comenzara a nacer la estructura festera.
Consolidación y auge
Durante los años 30, las Hogueras crecieron rápidamente en participación y calidad artística. Se crearon las primeras comisiones, surgieron los ninots y se empezó a desarrollar un estilo propio, más arquitectónico y colorido que el satírico valenciano. Las fiestas también comenzaron a incorporar más desfiles como la Cabalgata del Ninot y actos musicales.
Tras la interrupción durante la Guerra Civil, las Hogueras continuaron en pleno régimen franquista, aunque sometidas a una fuerte censura y control institucional. Los mensajes críticos se suavizaron o se disimulaban. Pese a ello, las comisiones siguieron creciendo, y las fiestas se popularizaron. En esos años, se incorporaron actos que ya son tradicionales como la Ofrenda de Flores o la elección de la Bellea del Foc.

La llegada de la democracia supuso una etapa de modernización. Se recuperó la sátira en los monumentos, se aumentó la financiación y los artistas alicantinos comenzaron a experimentar con nuevos materiales y técnicas. También se reforzó el calendario festero con actos como la ‘Nit del Foc’, la mascletà diaria en Luceros y la cremà el 24 de junio. En estos años, las Hogueras ganaron reconocimiento como fiesta de gran interés turístico.
Ya en el siglo XXI la fiesta se ha internacionalizado, ha sido declarada de Interés Turístico Internacional y atrae a miles de personas cada año. No obstante, también se ha enfrentado a desafíos importantes como la suspensión durante los años 2020 y 2021 por la pandemia de la COVID-19, algo que no sucedía desde la Guerra Civil. En 2022 regresaron con más fuerza que nunca, reafirmando su papel como la gran fiesta de Alicante.